Una noche soñando en un sueño soñé...
Me encanta soñar, a veces por evadirme de la realidad, otras veces -la mayoría- porque mis sueños son reflejo de lo que ocurre en mi vida. Por ejemplo, ayer soñé que estaba en casa del Señor Oscuro (una especie de Sauron venido a menos, que vivía en un piso de soltero franqueado por tres murallas de unos veinte metros de alto) a punto de ver como mataban de la peor manera posible a Salva y esperando mi propia ejecución, cuando, en un arranque de valentía que parecía provocado por el miedo o por la desesperación de no tener otra alternativa, huíamos de alli corriendo y escalando murallas. Finalmente, al llegar a un jardín que parecía simbolizar que el peligro había quedado atrás, Una cobra (presumiblemente enviada por el Maligno) salta encima de Salva y consigue morderle en un brazo, inoculandole su mortal veneno. Entonces Yo, dando una vez más una muestra de mi valentía, decido no abandonar (salva daba la batalla por perdida) y comienzo a absorber el veneno de la herida y a escupirlo cual Cocodrilo Dundee en el Amazonas.
En ese momento me despierto, con la sensación de poder hacer lo que me proponga en la vida, con el maravilloso recuerdo sensorial de la agilidad con la que ascendía por la muralla metalizada (formada por carritos de lavandería apilados uno sobre otro) hasta llegar arriba, y luego descendía con igual facilidad o mayor, y saltaba hasta el suelo como si, al apremiarme la desesperación de la huida, no pudiera fallar, no pudiera caer.
Mi subconsciente es un libro abierto, y en esta página leemos que me siento capaz de comenzar mi aventura, y que ha de salir bien (al menos tengo todo el espíritu). Como, de todas formas, mis sueños no son vaticinios, tendré que poner mucho de mi parte para no caerme desde lo alto de la muralla. En la vida real no soy tan ágil.
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